Qué ver en la national Gallery

¡Bienvenidos a la National Gallery de Londres! Un museo muy especial ya que está dedicado única y exclusivamente a la pintura. 

Las obras que podemos admirar en esta galería de arte única en el mundo son todas escuelas europeas y de períodos históricos que abarcan desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX.

National Gallery de Londes tiene un nivel de calidad de sus pinturas que nos hace absolutamente imposible hacer una guía completa de todas ellas,  todo su interior son obras maestras de los grandes pintores europeos.

Estamos hablando de encontrarnos en un mismo espacio con obras de Duccio, Fra Angelico, Botticelli, Rafael y Leonardo, pero también con artistas flamencos como Van Eyck o Van der Weyden. Por si esto fuera poco, tenemos a Rubens, Caravaggio y Rembrandt, El Greco y Velázquez. ¡De locos! Si algo tenemos claro, es que la videoguía de hoy no va a contentar a absolutamente nadie.

Por ello, hoy vamos a hacer una pequeñísima selección de algunas de sus joyas. Te vienes a Londres para una crónica diferente? Nos vamos a la National Gallery!

La escuela italiana en la National Gallery

De las escuelas italianas que se encuentran en la National Gallery, recomendamos detenernos en La Batalla de San Romano de Paolo Uccello, de una fecha tan temprana como es 1440.

Esta pintura propia del Quattrocento italiano, forma parte de un conjunto de tres que fue creada para el palacio de los Medicis de Florencia. 

Los escorzos ya perfectamente ejecutados como el del guerrero caído en primer plano, nos dan las claves de la perspectiva renacentista que se está empezando a desarrollar en este siglo. Se ha comentado en innumerables ocasiones que el colorido y dinamismo de esta escena pudo inspirar a Velázquez en La rendición de Breda.

También nos llama la atención una pintura de Giovanni Bellini, tan llamativa que incluso observándola en los libros de historia del arte ya se hace muy reconocible. El dux Leonardo Loredan, finalizada en el año 1504. La mirada del dux,  recién elegido gobernador de la República de Venecia en esos años, expresa un estado anímico, que se muestra sobrio y sereno tras su nombramiento.

También sus ropajes hablan por sí mismos con sus hilos de oros, su seda de damasco, que denota las influencias orientales  que desde siempre ha tenido la ciudad de Venecia con su tradición marítima y comercial. 

Como amante absoluta del Renacimiento y de la Mitología Clásica, no podría dejar pasar la pintura de Venus y Marte, de Botticelli. Aquí tenemos a Venus, la diosa del amor y Marte, el dios romano de la guerra, el amante de Venus que permanece profundamente dormido y rendido ante el amor.

Se ha especulado sobre el destino de esta pintura, ya que al estar pintadas unas avispas alrededor de la cabeza de Marte se ha creído que era una alusión a la familia Vespucci, ya que avispa es vespae en latín.

Nos vamos al barroco, no sin dejarnos un montón de material renacentista sin comentar, para ver al genio Caravaggio, y su cena de Emaús del año 1601.

La escena recoge a Jesús resucitado que encuentra a dos de sus discípulos y durante su cena, los hombres lo reconocen. Este estado de estupefacción se refleja en sus caras, mientras que Jesucristo es la viva imagen de la serenidad.

Sin embargo, la pintura y sus objetos no se encuentran en quietud, sino en tensión como los mismos apóstoles. La magia del barroco Caravaggio se apoya en el cesto de las frutas, que situado en el canto de la mesa parece a punto de caer, y los brazos de Pedro parecen invitar al espectador a formar parte de lo que está ocurriendo en la obra.

Lejos de ser hombres idealizados en la pintura, parecen personas de a pie completamente cotidianos y cercanos. Mientras los dos discípulos sí lo reconocen, el mesonero se mantiene impasible sin tener ni la menor idea de lo que está sucediendo, por eso es el único que no se descubre la cabeza. La expresividad de sus rostros, es algo fuera de lo común.

Por otro lado, el bodegón de esta pintura es tan impresionante que podría tratarse de una obra aislada, Caravaggio creía firmemente en la propia naturaleza como modelo de creación artística y así lo demuestra.

Escuela Centroeuropea National Gallery

Respecto a los artistas de Europa central, vamos a hacer una parada obligada en el Matrimonio Arnolfini.

El matrimonio Arnolfini del año 1434 es una de las piezas maestras de la National Gallery, y pertenece a Jan Van Eyck. La representación de este matrimonio flamenco está lleno de simbología.

La pareja probablemente perteneciente a la acaudalada clase comerciante de los países bajos, aparece representada junto a un perrito que alude a la fidelidad que se prometen los esposos, y bajo una lámpara de seis brazos con una única vela encendida, en representación del amor espiritual.

Es una pintura muy temprana donde ya el pintor quiere aparecer como testigo de la escena, tanto reflejado en el espejo redondo que se encuentra al fondo de la habitación, como en la isncripción de Joahnes de Eyck estuvo aquí, con la fecha escrita de 1434.

Por tanto, el artista se convierte de forma intencional en otro protagonista más de la escena. 

No podemos dejar pasar, pertenecientes también a esta escuela de Europa Central, el retrato de Los embajadores, de Holbein el joven. 

Pintado en el año 1533, este retrato doble de cuerpo entero es uno de los más tempranos del primer Renacimiento en Holanda.  Los representados son dos embajadores del rey Francisco I ante la corte de Enrique VIII.

A la izquiera, Jean de Dinteville enviado desde Francia a Inglaterra  en calidad de embajador, y a la derecha Georges de Selve, un destacado estudioso del mundo clásico.

La obra se pintó en Londres, donde ambos personajes habían acudido a defender los intereses de su país, tratando de impedir la ruptura de Inglaterra con el papado. 

Pintura también muy rica en elementos simbólicos, al fondo veremos un globo terráqueo donde Holbein deja entrever el lugar donde Dinteville poseía un castillo. El libro que está abierto junto a la escuadra es por otra parte el elemento que define el interés por la cultura de estos dos embajadores. 

El suelo de mosaico concuerda con el pavimento medieval de Westminster.

Dando un gran salto en el tiempo dentro de la National Gallery, nos vamos hasta finales del siglo XIX, concretamente el año 1888 , para encontrarnos con la silla de Van Gogh.

Esta pintura fue realizada durante el tiempo que se alojó en Arlés, en la famosa casa amarilla, cuando se encontraba trabajando junto a Paul Gauguin. Esta no es la única silla de Van Gogh, la otra de Paul Gauguin pintada también por el pintor holandés tiene brazos y se encuentra en el Rijksmuseum de Amsterdam.

A diferencia de la silla de Gauguin sobre la cual había una vela y un libro, en su propia silla Vincent colocó una pipa y un pañuelo, tratando de hacer alusión así a sus distintas personalidades. 

Los trazos fuertes y enérgicos, y el uso de colores llamativos es propio de esta época del artista, en la que los colores de la Provenza ejercieron gran influencia sobre su paleta.

Escuela española en la National Gallery

Por último, no queríamos dejar pasar la ocasión de visitar a algunos de los grandes pintores españoles en esta National Gallery que esconde tanta magia y tantos maestros.

Siguiendo en la estela de la atracción por los temas mitológicos, La Venus del Espejo de Diego Velázquez es una parada obligada.  Pintada en 1651, esta es una de las obras más bellas y por tanto famosas del artista sevillano.

El desnudo no era por aquellos años un tema muy habitual de la pintura española, por eso esta pintura destaca especialmente por su delicadeza y su intimidad.

Venus reflexiona frente a un espejo sobre su belleza mientras un pequeño Cupido, gracioso y gordito, sonríe mientras sujeta su espejo.

Esta escena permanece finalmente difuminada por el rostro de Venus, que será quizás lo más misterioso de toda ella, en la penumbra y sin un gesto y unos rasgos definidos.

El tejido de seda roja que compone la cortina de fondo tiene un tratamiento que nos recuerda a otros tejidos rojos representados por Velázquez también de forma magistral, como el retrato de Inocencio X o el cardenal Gaspar de Borja. 

Deja un comentario