Velázquez y su gran obra maestra

Velázquez, Caballero de la orden de Santiago

En este capítulo hablaremos de uno de los artistas más célebres de nuestra historia del arte, referencia del barroco español y un ejemplo de dignidad y carisma, orgulloso portador de su insignia. Hoy hablaremos de Velázquez, caballero de la orden de Santiago.

 

Diego de Silva Velázquez nació en Sevilla en el año 1599, y sus comienzos artísticos fueron como los de su coetáneo Zurbarán, en cierta medida influenciados por el realismo y los claroscuros de Caravaggio, que estaban comenzando a llegar a España.

Velázquez y el rey Felipe IV

Velázquez entró al servicio de un jovencísimo rey Felipe IV del cual gozó enormemente de su amistad y favor, hasta el punto de convertirse en su pintor favorito y casi único. Gracias a esta amistad, Velázquez pudo conocer toda la colección real, que fue el detonante junto con su viaje a Italia, de su cambio de rumbo artístico.

El esplendor veneciano se abrió ante sus ojos maravillándole, especialmente Tiziano, quien confirmó la predilección del sevillano más por el movimiento, por lo plástico, que por la tradición más dibujística de Rafael. Las pinceladas más fluidas y sueltas cambiaron para siempre su forma de hacer arte.

Las meninas o La familia de Felipe IV

El cuadro más famoso de Velázquez, y posiblemente de la tradición pictórica española es su Familia de Felipe IV, más conocido actualmente por Las Meninas.

Se trata de su gran obra maestra, de su pintura sobre la pintura. De hecho , ha llegado a ser denominado como “La Teología de la Pintura”.

La figura central del cuadro es la infanta Margarita, que contaba en ese momento con cinco años de edad, hija de Felipe IV y de su segunda esposa, que también aparecen reflejados en el espejo de la pared del fondo.

Él, con su emblema de caballero, también pertenece ya a esa casa real que está retratando,  ya que había ascendido al rango de aposentador mayor de palacio.

Esta pintura con este tamaño colosal, antes reservado a otro tipo de retratos formales y de acontecimientos históricos, no tiene precedentes. 

Esta pintura nos habla de la capacidad de un artista para captar la realidad, representar la vida misma dentro del palacio, detener el tiempo para siempre y regalarnos una escena inimaginable para el que la observa.

La disposición de sus elementos es tan perfecta que se ha comparado su efecto con el de una fotografía. Sin embargo, esta ilusión “digital” tan perfecta nos soprende cuanto más nos acercamos a ella, topándonos con una pincelada tan suelta, tan inacabada, que nos recuerda a esa pintura veneciana que Velázquez se encontró por los palacios de Felipe IV y por supuesto por su viaje formativo a Italia.

La pintura como arte liberal

Otro tema secundario es el de la pintura como arte liberal, y no mecánico, y por extensión de la posición social del artista.

Cuando Velázquez estaba pintando este cuadro, se encontraba intentando ser admitido en una de las órdenes militares españolas, lo que le iba a elevar al rango de noble.

Sin embargo, los antiguos estatutos de esta orden excluía a todos los trabajadores manuales, así como a personas de origen morisca o judía.

Se trataba de un punto crucial para él demostrar que su trabajo era propio de su intelecto y su ingenio, y no algo ejecutado con las manos al modo de los antiguos gremios.

Dos años más tarde consiguió su objetivo de ser admitido en la orden de Santiago, la más importante orden militar española, y fue en a posteriori cuando se le añadió en el pecho la cruz que hoy podemos ver en esta pintura.

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