En el vídeo de hoy nos hemos centrado en la mitología del lejano oriente, una de las más intrigantes y seductoras de todo el planeta.
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Los kami
Para hablar de la Mitología en Japón, es básico conocer el término Kami. Los Kami son los espíritus, con un significado mucho más amplio que los dioses de otras mitologías. El concepto de Kami es incluso muy escurridizo, y difícil de acotar.
Además de referirse a los dioses, también podía hacer alusión a los propios hombres, sobre todo a los emperadores, a los elementos naturales, y en general a cualquier cosa fuera de lo común , con una serie de poderes superiores.
Una montaña, un árbol, los pájaros, las bestias. Cuando un Kami muere, su espíritu sigue vivo.
Los kami podían ser excepcionales tanto a nivel de maldad como de bondad y capacidad de poder. Las historias sobre ellos eran las más abundantes en los antiguos escritos japoneses y aparentemente no guardaban relación con su faceta religiosa.

El Mito de la creación
El principio de los mitos de la creación japoneses tiene notables parecidos con los mitos polinesios, mientras que el énfasis del origen divino de sus linajes de emperadores guarda mucha más relación con las historias china y coreana.
Los Kami fueron los que crearon el mundo tal y como lo conocemos hoy en día.
En el Kojiki, un libro de compilaciones mitológicas de principios del siglo VIII, se relata que en el inicio estaban los kami del centro del cielo y más tarde surgieron los kami del nacimiento y del crecimiento.
Los dos hermanos, el varón Izanagi y la hembra Izanami, fueron otro par de deidades que surgieron tras la creación del cielo y la tierra a partir del caos. ¿Te das cuenta de la enorme relación que guarda esta historia también con el origen del universo para los antiguos griegos, e incluso para el pueblo del antiguo Egipto?
Fueron Izanagi e Izanami quienes ordenaron la creación de todas las islas japonesas. Estos hermanos estudiaron sus cuerpos hasta llegar al convencimiento de que encajaban, y entonces llegó el fruto de esta unión, una enorme criatura deforme a la que se dio el nombre de “niño sanguijuela” que fue abandonada en el mar. El infortunio de este primer hijo se produjo porque había sido su madre Izanami la primera en hablar durante el cortejo.
Ya aprendió la pobre Izanami la lección de subordinarse a su hermano y esposo, y a partir de ese momento tuvieron más hijos. Entre ellos estaba Amaterasu, la diosa del sol, su hija predilecta. También Tsuki-yomi, el dios de la luna.
Su otro hijo Susano-o , resultó ser un dios cruel destinado a la destrucción, de modo que lo desterraron convirtiéndolo así en el dios de las tormentas.
Izanami finalmente falleció dando a luz a luz su último hijo el dios del fuego. Su esposo Izanagi acudio a la tierra de los muertos, conocida como la tierra de Yomi para intentar recuperarla, pero fue rechazado.

Mitología Budista
Cuando el budismo llegó a tierras japonesas no se propuso eliminar los kami, sino que supo integrarlos en su credo.
Temmu fue el primero de todos los emperadores que promovió el budismo entre sus súbditos, y había recibido la influencia de un sutra del budismo, el sutra de la luz dorada.
En él se habla del buda que nombró a los cuatro Reyes Dios, también conocidos como los Guardianes de los Cuatro Puntos Cardinales o Protectores de la ley budista.
Estos reyes divinos podemos encontrarlos a menudo en las esquinas de los altares. Son de aspecto implacable, mirada feroz, y a menudo pisando bajo sus pies a pequeñas criaturas.
El Sutra del Loto
De entre todos los textos hallados, es el Sutra del Loto el que ha sido considerado como el verdadero “evangelio” del budismo japonés.
Contiene una poderosa historia sobre los milagros y una visión de los mundos de buda, revelados por el buda Sakyamuni en el Pico del Buitre, tras los que alcanzó el Nirvana.
Su repertorio de conceptos metafísicos así como de prácticas simples basadas en la fe para lograr la iluminación, lo ha alzado como el texto de referencia para el budismo en Japón.

Dioses para todo. La kamificación
En Japón se pueden encontrar numerosísimos cultos locales que no forman parte del sintoísmo estatal y que tampoco están inspirados en los textos de la antigüedad. Se podría decir que la mitología japonesa está en plena creación en esta era cronológica en la que nos encontramos.
El proceso que se ha venido a llamar de kamificación consiste en que ciertas personas , que en vida demuestran excepcionales aptitudes, se convierten en seres venerados al morir. Se convierten en kamis por sus excepcionales poderes.
Por ejemplo, es de destacar la historia de Nominosukune, el patrón de los luchadores de sumo, una especie de Hércules oriental caracterizado por una prodigiosa fuerza.
Fue llevado hasta la corte donde mató a su genial adversario de un solo golpe. Fue este gran héroe quien abolió el sacrificio humano.

Podemos encontrarnos dioses de casi cualquier cosa que encontremos en la naturaleza.
Así, tenemos a Taka-Okami dios de la lluvia que vive en las montañas, también el sagrado monte Fuji es venerado como kami, del que se dice que es el eje del mundo y el origen del cielo y de la tierra.
En un territorio con tan abundantes corrimientos de tierra como es Japón, no podían faltar los dioses de los terremotos. Los seísmos se le atribuyen a Nai-no-kami, cuando no se le culpa al pez gigante Namazu, que se encontraba siempre bajo tierra atrapado debajo de una piedra.
Del aliento de Izanagi, el primer varón de la mitología, surgió el dios del viento, Shina-Tsu-hi-ko, quien retiró de un soplo toda la bruma que cubría la tierra.
Y como algo propiamente amado en la tierra que nos ocupa, la gastronomía también tenía sus representaciones divinas. Uke mochi es la diosa de los alimentos, quien fue asesinada en manos de otro dios y de cuyo cuerpo inerte surgieron totdas las semillas y cosechas, ganados y gusanos de seda.

Y cómo no, dragones y serpientes
En la antigüedad el pueblo nipón rendía culto a Orochi, un dios serpiente que vivía en las montañas. El budismo también habla de Ryujin, otro dios dragón que gobernaba sobre las nubes, la lluvia, y cualquier forma de agua.
Los dragones de la mitología japonesa comparten rasgos: una gran boca con dientes afilados, terroríficas garras, cuernos puntiagudos y unos ojos encendidos que todo lo ven.
También era el destino de acabar siendo una serpiente para aquellos humanos que cometieran actos impíos, o porque acabaran en desgracia sin lograr satisfacer sus deseos terrenales.

El infierno en la mitología japonesa
Jigoku es el inframundo para los antiguos japoneses. Subterráneo y dividido en 8 regiones de fuego y otras 8 regiones de hielo. El rey de estas tierras inhóspitas es Emma-o, juez de la muerte. Se corresponde con la deidad china Yanluo Wang , y tiene por origen al dios de la muerte hindú, conocido como Yama.
Emmao está rodeado de un puñado de generales y miles de soldados, y por supuesto innumerables demonios de aspecto repugnante y guardias del Jigoku con cabeza de caballo.
Según la tradición, la muerte comienza con el viaje a través de una extensa llanura desierta, tras la que se alza una montaña escarpada que deben escalar. Al otro lado hay un río con tres cruces.
Dependiendo de los pecados cometidos en vida, a los muertos les corresponde uno de los tres cruces de distinta dificultad. Están quienes han cometido pecados menores, los que han sido justos, y el peor final espera para aquellos que han sido malvados pecadores.
Emmao juzga solamente a los hombres, mientras que su hermana decide el destino de las mujeres.