El greco

El Greco: un visionario rechazado por el rey

Doménicos Theotocópoulos es el nombre original del pintor nacido en Candía, actual Heraclion, en la isla griega de Creta en el año 1541.

En aquellos años la isla de Creta pertenecía a la república de Venecia, y eso aún se nota en sus puertos y en su arquitectura que tiene una gran influencia veneciana.

Doménicos se formó como pintor en su isla natal y posteriormente se trasladó a Venecia, donde conoció la obra de Tiziano y Tintoretto, artistas que influyeron enormemente en su pintura.

De Creta a Roma, y de Roma a Toledo

En el año 1570, tras una estancia de 7 años en Roma, nuestro protagonista fue invitado por el canónigo Diego de Castilla a la ciudad de Toledo, y allí le encargó un retablo para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo.

Tras 10 años de estancia en Toledo, ya se le conocía con el sobrenombre del Greco en nuestro país. En ese momento llegó el nombre del artista a oídos del rey Felipe II, quien le encomendó una pintura para el monasterio de El Escorial.

Así nació El Martirio de San Mauricio, una pintura que adelantaba los rasgos manieristas que tanto caracterizarían a su autor. Este exceso de modernidad desagradó al renacentista convencido que era el rey Felipe II, amante de las formas en perfecta proporción.

Tras esta presentación, Felipe II jamás volvería a contar con él en su corte de artistas. Ello supuso la gran decepción para El Greco,ya que sentía desaprovechada su gran oportunidad para colarse en la Corte. Sin embargo esto no fue un obstáculo para que terminara desarrollando su carrera y convertir sus pinturas en las más bellas, reconocibles, apasionadas y maravillosas del renacimiento tardío español.

El Greco estaba de moda por sus colores brillantes, sus formas alargadas, la expresión y el dramatismo de sus figuras.

Precisamente, se le ha llegado a considerar un precursor muy temprano de lo que sería en las vanguardias del siglo XX el expresionismo.

Domenicos nunca llegó a ser pintor de corte pero estaba solicitadísimo por aristócratas y eclesiásticos toledanos. Gracias a tanto encargo la obra que dejó para la posteridad es inmensa. 

¿Te gustaría saber cuáles son las que considero las 3 mejores obras de El Greco?

 

1. El entierro del conde de Orgaz

 

Esta gran pintura de El Greco no la encontrarás en un museo, sino en la iglesia toledana de Santo Tomé.

El conde de Orgaz no era en verdad un conde, aunque se trataba de Gonzalo Ruiz de Toledo, uno de los nobles más apreciados en Toledo en su época.

Vinculado con importantes familias que durante los siglos XIII y XIV dirigieron los destinos de Castilla, su carácter piadoso y altruista le acercó a los más necesitados y terminó sus días ejerciendo como protector de fundaciones y órdenes religiosas de carácter social.

Su muerte como puedes imaginar, supuso una profunda tristeza para los toledanos y muchos acudieron a esta misma iglesia que hoy día aloja la pintura de El Greco, a darle su último adiós en su entierro. 

Se cuenta que en el momento del entierro, repentinamente todo se iluminó y se pudo ver la aparición de las figuras de San Agustín y San Esteban descendiendo y tomando entre sus manos el cadáver del señor de Orgaz, uno de los hombros y el otro por los pies, encargándose ellos mismos de llevarlo al sepulcro.

200 años más tarde del milagro,se encargó una capilla que posteriormente se renovó y amplió, contando para ello con el encargo del cuadro que finalmente pintó El Greco.

En 1586 «El Greco», que vivía no muy lejos de la Iglesia donde fue enterrado el señor de Orgaz, recibió el encargo de pintar un cuadro que reflejase el momento en el que se produjo este milagro.

 

2. La Adoración de los pastores

 

La siguiente obra que me fascina de El Greco se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, y fue pintada entre los años 1612 y 1614.

Su escena nocturna se ubica en un espacio angosto e irregular, en una especie de gruta parcialmente iluminada. Junto a María y su hijo recién nacido sobre su regazo, se encuentran San José y tres pastores mostrando sus respetos y su devoción ante el pequeño.

En la parte superior, un grupo de ángeles sobrevuela formando una elipsis compositiva con el resto de elementos de la pintura. Se ha considerado esta obra como su última obra maestra, en una fecha ya cercana a a su muerte.

Sus figuras son una perfecta selección del estilo que caracteriza al pintor cretense: sus formas alargadas, pintadas con pincelada fluida, dando la sensación de criaturas inmateriales, al mismo tiempo que imbuidas de una intensa espiritualidad.

 

3. Muchacho encendiendo una candela

 

También conocido como el soplón, fue pintado al óleo sobre lienzo en 1572. A diferencia de otros retratos conocidos del pintor en el que la pincelada es más formal, en esta pintura aprovechó el efecto de la luz de la candela para dar rienda suelta a su pincel.

Vemos un dominio total de la iluminación y de la incidencia de la luz sobre su rostro, que se compone a retazos de luz y reflejos. 

Fue realizada durante la estancia del artista en Roma, posiblemente por un encargo ducal, aunque no es conocido a ciencia cierta su origen.

El Greco explorará de forma repetida este tema a lo largo de su carrera, inspirándose en un pasaje de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, en el que se mencionan múltiples ejemplos de pintores y escultores que representan muchachos encendiendo fuego.

Si quieres saber más sobre la manera de retratar de El Greco, no te pierdas nuestra serie de las Joyas del Prado, donde destacamos su retrato de El Caballero de la mano en el pecho de forma especial.

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