Bienvenidos a Santillana del Mar, un bellísimo pueblo situado muy cerca de la costa cántabra y es considerado un museo vivo de la arquitectura histórica, desde el siglo XII al XVIII.
Jean Paul Sartre ya dijo en la década de los 30 del pasado siglo, que era en efecto el pueblo más bonito de España. Como los propios lugareños no tardan en reconocer, Santillana del Mar es también la villa de las 3 mentiras: se dice que no es santa, no es llana ni tiene mar.
Pero hoy hablaremos de lo que sí es. Santillana es una obra de arte en todo su conjunto, si si bien la plaza de Ramón y Pelayo, antigua plaza del Mercado, y la plaza mayor con su colegiata románica son los dos mayores puntos de interés y concentran cada año miles de visitantes y enamorados del arte medieval.
Los orígenes medievales de Santillana del Mar
Es precisamente en la Edad Media cuando tiene su origen la villa de Santillana del Mar.
Durante el siglo VIII se instalaronen este enclave los monjes que portaban las reliquias de la mártir Santa Juliana, que había sido perseguida en el siglo IV por el emperador romano Diocleciano.
Durante los siglos X y XI, el monasterio de Santa Juliana se convirtió en un importante centro devocional dentro del itinerario de peregrinación hacia Santiago de Compostela.
Con el paso del tiempo y gracias a los privilegios otorgados por reyes y condes castellanos se fue convirtiendo en un gran monasterio que en siglo XII pasó a considerarse colegiata. Es en este momento cuando se realiza la gran obra románica que podemos admirar hoy en día.
Colegiata románica de Santa Juliana
Tanto la portada de la colegiata, como el claustro románico, son absolutamente impresionantes y contienen escenas de la simbólica lucha entre las fuerzas del bien y del mal, escenas del antiguo y nuevo testamento, temas cotidianos, adornos geométricos y vegetales, e incluso alusiones de tipo sexual.
En el año 1209 el rey de Castilla, Alfonso VIII, concedió el Fuero a la villa de Santillana del Mar, constituyéndose como capital de la merindad de las Asturias de Santillana. Este fuero cambió definitivamente el plano de la villa y contribuyó al desarrollo de su trazo urbanístico.
Su eje central es la antigua Rúa del Rey, actualmente la calle del Cantón, que conecta la colegiata románica de Santa Juliana con la calzada principal que unía las villas costeras de la región en este antiguo paso.
En el siglo XIV fueron surgiendo las plazas, como la mencionada plaza del mercado que acoge las torres del Merino y los Barreda y en la que se estableció el centro administrativo. También la plaza de las Arenas, que está justo detrás de la colegiata, es de este momento.
Casas-Palacio de Santillana. El urbanismo barroco
Con el paso de los siglos el centro religioso fue perdiendo su fuerte influencia, en favor de los nobles de la villa, que eran prácticamente la mayoría de su población.
Esta consideración de hidalguía de los habitantes de Santillana del Mar les permitió ocupar altos cargos en la administración. Algunos viajaron hacia la corte de Madrid y otros emigraron hasta las Indias, y en ambos casos regresaban a Santillana del Mar muy enriquecidos y ordenando construir sus casonas palacio con sus grandiosos escudos familiares en su fachada principal.
De hecho, el acceso al casco histórico se realiza a través de una única calle, la de Santo Domingo, que se bifurca al medio en sus dos principales ramales, y luce de principio a fin muy bellos ejemplos de palacios familiares de época barroca.
La casona de los Tagle y el palacio de Peredo-Barredo
Junto al campo del Revolgo se alzó la casona de los Sánchez de Tagle. Esta familia dio a la villa de Santillana notables intelectuales, comerciantes y también clérigos.
Entrando desde la carretera general y adentrándonos en la calle Santo Domingo nos encontramos a nuestra izquierda con el palacio de Barreda-Peredo. Construido a principios del siglo XVIII, su adornado escudo y sus balcones con orejeras nos hablan del gusto ornamental tan propio del barroco.
Ambos palacios fueron posibles gracias a las riquezas obtenidas por los indianos de la villa en tierras mexicanas.
Casi a la misma altura que el palacio Peredo-Barreda, pero en el lado derecho, nos encontramos con la casa de los Villa. Con una puerta adintelada entre pilastras, su robusta piedra se combina con los balcones semicirculares de hierro a modo de púlpito.
Si giramos hacia la derecha por la calle Carrera…
Continuamos avanzando por el lado derecho, la actual calle Carrera, que unos metros más adelante continua siendo la calle Cantón. En la esquina donde éstas se unen pasaremos por el Palacio de Valdivieso, datado en la primera mitad del siglo XVIII.
Y al otro lado de la calle, la que fue la casa de doña Leonor de la Vega, madre del primer Marqués de Santillana. En su fachada de arenisca destacan los tres escudos góticos de su familia. Pegada a la casa de la marquesa está la Casa de los Hombrones, que debe su nombre a los dos grandes soldados que aparecen en el escudo familiar de los Villa, tallado en su fachada de piedra sobre los soportales de medio punto de la planta baja.
Ya en la plaza donde se encuentra la Colegiata de Santa Juliana, encontrarás la casa de Quevedo y Cossio, donde puedes degustar el típico bizcocho de Santillana con un vaso de leche. Enfrente de la misma, la casa de la Archiduquesa que acoge actualmente el museo del Barquillero.
Si giramos a la izquierda por la calle Infante…
Si elegimos la calle que está a la izquierda de la bifurcación, avanzaremos por la calle Infante hasta la plaza Ramón Pelayo o plaza del Mercado, el otro enclave característico de la villa de Santillana.
Esta plaza de forma triangular está delimitada por el parador Gil Blas, antigua casona Barreda-Bracho, por la torre de Merino del siglo XIV y la torre de Don Borja, con orígenes en el siglo XIII. Es una torre vivienda que se caracteriza por su elegante arco apuntado.
Debe su nombre al último titular del mayorazgo en 1844, Don Francisco de Borja Barreda.
Frente al parador encontramos el ayuntamiento de la villa, en un edificio de finales del siglo XVIII.
Las casas del Águila y la Parra
Y a su lado, tras la escultura del bisonte del escultor Jesús Otero, las casas del Aguila y la Parra.
Son dos casas que se encuentran adosadas, la de la parra se construyó en el siglo XVI y debe su nombre al árbol de cuyas ramas se cubrió la fachada de la construcción. Es de estilo gótico y presenta una portada con dos accesos en arco apuntado, con la parte superior en madera y ladrillo y ocultando su estructura original.
La casa del Aguila sin embargo, es un siglo más joven. Se alzó en el siglo XVII y toma su nombre del águila representado en el escudo de los Estrada-Tagle. El soportal abierto a la plaza con arcos de medio punto es un rasgo típico de la arquitectura nobiliaria de esta zona, como ya hemos visto también en el ejemplo de los Hombrones.
En la actualidad estas dos casas acogen la exposición de los oficios del ayer.
Última sorpresa: la plaza de las Arenas
El Palacio de Velarde, también llamado Palacio de las Arenas, se encuentra presidiendo la plaza de su mismo nombre. Esta plaza surgió con el enriquecimiento de la villa en el siglo XIV. El palacio fue mandado construir un siglo más tarde para Alonso de Velarde, justo detrás de la emblemática Colegiata medieval.
Su arquitectura debe sus rasgos al primer Renacimiento italiano, mezclado con toques del gótico plateresco: fachada coronada por altos pináculos y al mismo tiempo constante ritmo y simetría de todas sus ventanas y vanos.
Como ves, en Santillana puedes hacer una crónica completa de más de 14 siglos de historia. Cuando vengas y pasees por sus calles, no te sorprenderán las palabras que le dedicó a la villa Pérez Galdós:
Santillana, la villa muerta como Brujas, dormida, mejor dicho, en el remanso de la historia.
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