Miguel Ángel regresa a la Capilla Sixtina
Miguel Ángel Buonarroti ya había sido reclamado en el Palacio Vaticano para pintar los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina. Estos frescos los pintó desde 1508 hasta 1512, de ello te hablamos en nuestro vídeo sobre la Pintura del Cinquecento.
20 años más tarde de estos trabajos, Miguel Ángel volvió a trabajar en la Capilla Sixtina por encargo de Clemente VII de Médicis, y bajo la insistencia de su sucesor Paulo III. Este último,nada más llegar a su cargo en el año 1534, exigió al artista que trabajara exclusivamente para él.
Este fresco se estuvo realizando entre los años 1536 y 1541, unos años inusualmente felices los que dedicó Miguel Ángel a trabajar en el Juicio Final, iluminados por el amor del joven Tommaso de Cavalieri, de cuya relación platónica o paternal se ha escrito largo y tendido, y de su amistad con Vittoria Colonna, una aristócrata y poetisa de profundas inquietudes espirituales.

Composición del Juicio Final y características
El Juicio Final ocupa una gran externsión de pared, que estratégicamente se dispuso con cierta inclinación para evitar la acumulación de polvo.
En el centro de la escena encontramos la verdadera obsesión de Miguel Ángel, el cuerpo humano. Todos los rostros y los cuerpos se encuentran en movimiento, en posiciones forzadas, expresando con sus gestos lo terrible de la situación que están protagonizando.
En el centro se encuentra Cristo, que levanta su brazo ordenando todo el proceso que se da a su alrededor. Junto a él en actitud mucho más reposada está la Virgen María.
Alrededor de Cristo se agitan centenares de cuerpos, representados en su humanidad. Todos los hombres se ven acosados por el Juicio de Dios, no solamente los condenados sino también los salvados.

Guiños a la cultura grecolatina y los mitos griegos en el Juicio Final
En la parte inferior a su izquierda se encuentran los elegidos, los que serán resucitados y elevados al cielo, mientras que en el lado derecho se nos muestra a los condenados, con el propio Caronte arrojándolos de su barca.
No encontramos rastro de la iglesia, ni de sus instituciones, su jerarquía, sus ritos y su mediación con dios. Sin embargo, hay en este Juicio final muchos guiños a la cultura grecolatina, el mito clásico del barquero Caronte que se lleva las almas de los fallecidos hacia el inframundo navegando por la laguna Estigia.
En la parte superior vemos ángeles sin alas, que portan los instrumentos de la pasión de Cristo.
Podríamos denominar la composición de esta obra como centrífuga, con los elegidos subiendo hasta la parte superior y luego procediéndose asimismo la baja por el lado derecho de los condenados, con el grupo de ángeles con trompetas haciendo de enlace.

Predominio del diseño frente al color
Para Miguel Ángel el dibujo es la base del diseño, por lo que en este Juicio Final como en las otras obras que realizó en la Capilla Sixtina con anterioridad, predomina la línea sobre el color.
El color sin embargo ya muestra en el Juicio Final rasgos manieristas, como el metalizado o los colores ácidos y tornasolados, que vemos en los naranjas y los verdes. Se nos muestra una lucha de poderes en esta escena, del bien sobre el mal, y también de colores cálidos en las figuras sobre los fríos del cielo y el agua.

La venganza de Miguel Ángel
Nada más presentado, el fresco generó reacciones muy contradictorias. A las positivas del entorno artístico renacentista se opuso una oleada de puritanismo que no parecía disminuir.
Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina las figuras desnudas, porque el desnudo era el gusto del Renacimiento y, porque además como le gustaba decir, los santos no tienen sastre.
Esto despertó el malestar entre los cardenales, y muy especialmente las quejas del maestro de ceremonias Biagio de Cesana, tachando las pinturas de indecentes. Miguel Angel se negó a tocar las figuras, de modo que el Papa Paulo III hizo que uno de sus discípulos trazara algunos velos que cubrían las partes pudendas más visibles en el fresco.
Esto no quedó así… Miguel Ángel se tomó su vendetta contra el cardenal Biagio:
Aquí lo podemos ver representado en el Juicio Final, perfectamente reconocible por su gran nariz y melena blanca. Las dos orejas de asno y la serpiente que se enrosca a su cuerpo picándole en sus partes íntimas, que evidentemente así no quedaban descubiertas.
El cardenal, totalmente horrorizado al verse retratado por los siglos de tal manera, fue a rogarle al papa que intercediera para borrar su caricatura. La respuesta del papa fue:
“Hijo mío, si el pintor te hubiese puesto en el purgatorio, podría sacarte de allí, pues hasta allí llega mi poder. Pero estás en el infierno, y ahí carezco de toda potestad”
A día de hoy encontrarás muchas de las censuras que se aplicaron en seco después de la muerte del pintor, promovidas por los inquisidores.
