A mediados del siglo V a.c. se produjo el momento de mayor esplendor en la escultura griega, tanto en el número como en la calidad de las obras y sus autores.
Es el siglo de Pericles que hace grande a Atenas, pero también es el momento de grandes autores como Fidias, Policleto o Mirón. Estos tres hombres, cuenta la tradición griega, fueron los tres aventajados discípulos de Hagéladas de Argos.
Fidias, escultor de los dioses
Fidias es tal vez el más extraordinario de los escultores clásicos. Aunque muy poco se sabe de su biografía, sí tenemos el dato de su origen ateniense y que su trabajo se desarrolló entre el 470 y el 430 a.c., el mismo año de su muerte.
Sus estrechos lazos con Pericles en este momento de auge en la historia ateniense le convirtió en el principal supervisor de la obra del Partenón, donde se encuentran concentrados sus mayores logros artísticos.
Al mismo tiempo que Pericles cayera en desgracia y Atenas se vea abocada a la guerra del Peloponeso, asimismo le llegó la decadencia al escultor Fidias.
Se le acusó de autorretratarse en el escudo de Atenea Partenos, y por este motivo se vio obligado a huir a Olimpia, donde dejó una obra que hoy en día es considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo: el Zeus Olímpico.
Por desgracia, son escasos los restos que quedan de sus obras hoy en día, que además se encuentran muy dispersos. Fue Fidias quien tal vez realizó las más importantes esculturas de la Antigüedad Clásica.
De Zeus, considerada como su obra más perfecta, no queda resto ninguno, ni copia que pueda reflejar su grandiosidad en tamaño y belleza.
Fidias y Pericles
El trabajo de Fidias en el Partenón está muy vinculado a la figura de Pericles, el claro protagonista de la democracia ateniense en pleno siglo V a.c.
Durante el tiempo en que Pericles gobernó Atenas promocionó las artes y la literatura como ningún otro gobernante antes. Por este motivo se ha considerado Atenas como el centro cultural de la Antigua Grecia.
Pericles fue quien comenzó el ambicioso proyecto de la construcción en la Acrópolis de Atenas, en la que se incluyó el Partenón. Esta construcción en lo alto la ciudad ateniense sirvió para embellecerla y alzarla en todo su esplendor, como símbolo indiscutible de su esplendor cultural.
Fidias en el Partenón
Los trabajos de Fidias en el Partenón reflejaron esta gran figura ateniense que fue Pericles. Aparte de la obra de Athenea, dirigió la decoración del friso, las metopas y los frontones del templo.
La mayoría de estas obras salieron de sus propias manos o de su taller:
Así, tenemos en la parte oriental, la gigantomaquia. En la occidental, la Amazonomaquia. en la zona norte, la Guerra de Troya, y en la sur, la Centauromaquia.
Insertos en los frontones aparecen representados el nacimiento de Athenea, recién nacida de la frente de su padre Zeus, y en la posterior, la disputa de Atenea con Poseidón por el dominio del Ática.
Por último, podemos admirar a lo largo de todo el friso, la procesión de las fiestas Panatheas, que recorren todo su perímetro.
La plenitud clásica
Las composiciones siempre equilibradas del genio clásico, con sus cuerpos representados según el canon clásico de belleza, los tratamientos elegantes de los paños y los ropajes, que se ajustan a las formas de los cuerpos, resultan de una sensualidad exquisita.
Su técnica se ha venido denominando de los “paños mojados”, por la forma tan realista de ajustarse a los cuerpos de sus figuras.
Vemos en la Akrópolis que Pericles comenzó a levantar para honrar a los dioses de Atenas y a todos sus ciudadanos, el gran genio de su escultor favorito, al que encomendó tan legendarias creaciones.
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